Imaginé a un cowboy perdido en el desierto, solo pero no derrotado. No hay gloria en su andar, pero tampoco desesperación. La soledad se vuelve su único paisaje, y en ella aparece una especie de pausa emocional: no hay sufrimiento explícito, pero tampoco placer. Solo un presente estático, en el que convive con sus pensamientos.
Estéticamente, esta producción fusiona el imaginario western con mi mirada personal, cercana a lo alt/emo. A través de prendas oscuras, siluetas intervenidas y una actitud silenciosa, el personaje encarna una masculinidad más ambigua y sensible, habitando el límite entre la tradición y la deconstrucción.
Las imágenes revelan esa tensión: un cowboy que no dispara, que no conquista, que no escapa. Solo habita.
En la parte superior, usé una camisa negra para conservar esa elegancia que suele tener el cowboy clásico, pero llevándola hacia un lugar más oscuro y atípico. Como accesorios, no podía faltar el sombrero cowboy. También sumé un cinturón con pinchos, usándolo por encima de la camisa para equilibrar el foco visual y que no toda la atención se concentrara en el pantalón.
Combine prendas negras con herrajes, botas de cuero brillantes, cadenas, cinturones intervenidos y accesorios con simbología (puñales, estrellas, collares). El sombrero y los guiños al folklore clásico se desarman en una silueta mucho más personal, moderna y cargada de sentido.
La soledad está reforzada por el entorno: un lugar deshabitado, silencioso, donde la ausencia de otras personas se siente. Finalmente, la estética fue construida a través del estilismo, que resignifica la figura del cowboy desde mi mirada personal, apropiando el concepto para hacerlo parte de mi universo visual.