Florecer


Este proyecto nace del viaje hacia el amor propio: un camino complejo, íntimo y, a veces, doloroso. Amarse no es un acto instantáneo; es aprender a escuchar la propia voz entre el ruido, abrazar las vulnerabilidades y aceptar que no existe un molde que deba encajar.
En estas imágenes, dos seres se encuentran solo después de aceptarse a sí mismos. Cada caída es sostenida, cada triunfo celebrado. No buscan perfección: buscan ser reales.


Que implica amarse?
Manifiesto:
El amor propio
El amor propio NO es algo fácil de encontrar, está adentro de uno mismo y ayuda, al progreso personal. El amor propio es el respeto propio cuando el mundo me GRITA lo contrario. Es hablar con paciencia cuando mi peor enemigo soy yo mismo. Es mirarme al espejo y reconocerme, no solo por mi reflejo, sino también por mis cualidades y dEfEctOs, que me hacen a mí .
El amor propio es el rEcAaZo de las ideas de que debo encajar en moldes que NO pertenezco. NO se supone que tengo que ser PERFECTO, sino que tengo que ser REAL. NO me comparo con otros, porque ellos NO viven las mismas experiencias que yo.
Me permito fallar sin castigarme
Aprender sin miedo
Cambiar sin culpa
Me celebro en cada pequeño triunfo
 y 
me sostengo en cada caída
Este es mi compromiso conmigo: escuchar mi voz por encima del ruido, abrazarme en mis vulnerabilidades y NO traicionarme por la aprobación de nadie.
Porque el amor propio NO es egoísmo, es supervivencia. Y yo elijo vivir siendo fiel a quien soy.
MoodBoard y  Panel Fusion :


El manifiesto reflexiona sobre el amor propio como una relación profunda con uno mismo, un acto de aceptación y cuidado que se construye día a día. Esta idea se proyecta visualmente en el moodboard a través de imágenes de personas abrazándose, símbolo del vínculo y respeto hacia uno mismo.

Las composiciones circulares, orgánicas y superpuestas refuerzan el mensaje: nadie es perfecto como las formas geométricas rígidas, todos somos irregulares y únicos, y es en esa organicidad donde reside nuestro valor.

En el panel de difusión, las líneas fluidas transmiten que está bien no ser prolijo, que la imperfección es parte de la autenticidad. Palabras clave extraídas del manifiesto potencian el mensaje, mientras las ilustraciones aportan dinamismo y atraen la atención hacia el significado central: quererse tal cual uno es.
Buscaba un lugar donde la naturaleza pudiera abrazar la historia, un espacio donde el silencio y el verde invitaran a escucharse a uno mismo. La casa que elegí, amplia y rodeada de vegetación, ofrecía rincones distintos entre sí: algunos abiertos, bañados por una luz suave que se filtraba entre hojas y ventanas antiguas; otros más íntimos, donde la sombra creaba un clima de introspección.

Las texturas de madera y piedra, combinadas con la frescura de las plantas, evocaban la belleza de lo imperfecto. Cada spot se convirtió en una etapa del viaje: desde espacios luminosos que simbolizan apertura y crecimiento, hasta rincones cerrados que reflejan el momento de mirar hacia adentro. Allí, los modelos no solo habitaban la escena, sino que interactuaban con ella, dejando que el entorno fuera parte de la narrativa.

El diseño nació como un manifiesto visual de imperfección y autenticidad. Las prendas fueron hechas para emanar disrupción y una leve incomodidad, con un acabado que se percibiera como casero o hecho a mano: costuras visibles, dibujos inacabados y trazos que parecen respirar sobre la tela. Elegí trabajar con los colores rosa, rojo y violeta para reflejar emociones ligadas al amor, la pasión, la ternura, la creatividad y la espiritualidad. Estos tonos no están aplicados con precisión, sino con la libertad de quien pinta su propia historia sin miedo a salirse de los bordes.

La elección de pañuelos con estampados florales sobre la cabeza no fue un mero accesorio, sino un guiño a la naturaleza como símbolo de crecimiento y renovación. Los accesorios pequeños, como los anillos en forma de corazón, sellan la idea de vínculo amoroso, convirtiendo cada detalle en una extensión del concepto central.

Opté por siluetas que transmitieran comodidad y apertura, prendas que se movieran con el cuerpo y no contra él. Quise que los modelos no se vistieran para ocultar, sino para revelar: que cada capa, cada color y cada trazo fueran un recordatorio de que amarse es aceptar la propia forma, con sus imperfecciones y matices. Así, el estilismo se convierte en un acto de amor propio hecho prenda.
La dirección creativa de este proyecto partió directamente del manifiesto, buscando que cada decisión visual transmite el proceso de aceptarse y quererse a uno mismo. Desde el inicio define una atmósfera orgánica y real, sin buscar perfección, pero cuidando que todo tuviera coherencia.

La paleta de colores —rosa, rojo y violeta— se aplicó en detalles del vestuario y se reflejó también en elementos del entorno para mantener la unidad visual. Las formas orgánicas, tanto en la composición de las imágenes como en el diseño de la prenda, reforzaron la idea de que lo imperfecto también es bello.

En cuanto a la narrativa visual, guié a los modelos para que transmitieran cercanía, calma y conexión, sin poses forzadas. Alterné planos cerrados para mostrar intimidad y planos abiertos para destacar la relación con el espacio y la naturaleza. Cada elemento, desde los accesorios hasta la elección de la locación, fue pensado para que la historia se sintiera coherente y auténtica.